No sabíamos que te irías tan pronto Fermín. Nos peleamos con esas nefastas predicciones y quisimos creer en tu fuerza, en que resistirías, en que, como en otros avatares, saldrías airoso
Fermín, en este taller de la vida se nos complicaron las medidas, los calibres, las piezas y la máquina de control numérico. Se nos enredaron los tornos y las fresadoras hicieron cabriolas sin medida, pero entre taladrinas tizas y herramientas varias, tú nos enseñaste a disfrutar de lo minucioso, de la obra bien hecha, de la perfección de la obra encomendada.
Flota entre nosotros, esa sonrisa in creschendo que culminaba en carcajada agradecida. Tus silencios que eran enseñanza, tu templanza ante las adversidades tus consejos impagables y tu cariño sincero que brota desde donde se crean los sentimientos.
Nos quedamos con muchas cosas tuyas pero esa sonrisa que se dibuja en tu boca será, no lo dudes, el regalo que conservemos en el cofre de los tesoros.
Compañero paciente, padre entregado y preocupado esposo sin ninguna reserva y amigo de los que sientes no haber tenido más tertulias, más ratitos para compartir, no haber tenido más de todo.
En el cole, en las calles burgalesas seguiremos sintiendo tu voz sosegada y tu sonrisa amable cuando emprendamos algunas de esas fiestas de compañeros de las que tú sabías disfrutar.
Maestro, profesor, en definitiva, un profesional que ha formado muchas generaciones de mecánicos, fresadores, torneros que, aunque ahora les llamen de otra forma a ti siempre te gustaron estas acepciones. Alumnos que hoy son profesionales y siguen demandando tu consejo. Para ellos diste el salto y pasaste de ser enseñador del oficio a consejero y amigo. Te has ido tan deprisa y tan callandito que más de uno se irá sorprendiendo por tu ausencia.
Quienes disfruten de tus encantos, vayas donde vayas, serán envidiados por los que dejas.
Nos quedamos con esas reuniones que permitieron que te conociéramos y poder disfrutar del privilegio de quererte.
GRACIAS FERMIN